Afp
27 de junio de 2024
Con las encuestas bastante igualadas, el demócrata Joe Biden y el republicano Donald Trump se enfrentan este jueves en su primer debate de las elecciones presidenciales para defender su visión de Estados Unidos.
Cada una de sus palabras y gestos son analizados con lupa por los estadunidenses en un país muy polarizado políticamente donde el voto de los moderados y de los indecisos en noviembre puede ser vital.
El debate, organizado por la CNN, se celebra en Atlanta, la capital de Georgia, en el este del país. Se desarrolla siguiendo unas reglas estrictas: se apaga el micrófono a cada candidato cuando termine el tiempo de respuesta estipulado y no habrá público ni teleprónter, el aparato que permite leer un texto sin apartar la mirada de la cámara.
Durará hora y media. Por sorteo Biden ocupará el lado derecho del escenario y Trump tendrá la última palabra.
Es la primera vez que el presidente y su predecesor republicano están cara a cara desde 2020.
Debatirán sobre economía y migración, dos de los temas que más preocupan al electorado según las encuestas.
Biden intenta desmarcarse de la retórica de su rival, que acusa a los migrantes, muchos de ellos latinoamericanos, de “envenenar la sangre” del país.
Existe expectación acerca de qué dice Trump sobre el derecho al aborto, que Biden defiende a ultranza pese a ser un católico devoto. También se prevé que hable de cambio climático, la OTAN, la relación con China, así como las guerras en Ucrania y entre Israel y el grupo islamista palestino Hamás en Gaza.
Los estadunidenses saben lo que opina el demócrata, de 81 años, sobre todos estos temas porque lleva el timón desde hace más de tres años pero estarán muy pendientes de cómo reacciona.
Su rigidez al andar y sus confusiones parecen preocupar más a los votantes, según los sondeos, que las disgresiones falsas y las meteduras de pata de su rival de 78 años, es decir solo tres menos.
Como consecuencia los votantes estarán tan pendientes de la forma como del fondo para ver con cuál conectan más.
Biden se presenta como garante de la democracia frente a un rival temperamental que nunca reconoció su derrota en 2020 y no asistió a su investidura.
Los dos hombres se profesan un desprecio mutuo y durante los últimos meses no han perdido ocasión para atacarse verbalmente.