En México la producción de jitomate orgánico en invernadero es incipiente, pero representa una oportunidad para los pequeños y medianos agricultores, en especial en la región centro del país, quienes con tecnología y métodos de cultivo adecuados pueden lograr una tasa de rentabilidad anual superior al 25%.
Dada la demanda de jitomate de invernadero, conocido generalmente como tomate, en el mercado en Estados Unidos, los agricultores de la zona norte del país se han orientado a la exportación, donde se paga un precio atractivo lo que explica, en parte, el crecimiento del cultivo bajo este sistema de producción.
Los investigadores del INIFAP: Sergio Ramírez Rojas y Jorge M. P. Vázquez Alvarado, en el Campo Experimental Zacatepec, Morelos, trabajan, desde hace cinco años, en el desarrollo de tecnologías y sistemas de cultivo para hacer más eficiente la producción de jitomate orgánico y tener tasas de rentabilidad superiores a las que se obtiene en la actualidad.
La producción de jitomate en invernadero es más atractiva para los productores por su alto rendimiento, en México, en 2018, fue de 327 toneladas por hectárea (t/ha) contra 43.4 t/ha a cielo abierto, es decir casi 800% más.
En la búsqueda de una forma de cultivo más saludable, sustentable y para aprovechar el sobreprecio de mercado, la producción orgánica de esta hortaliza en invernadero pasó de poco más de 36 mil toneladas en 2015 a 44 mil 780 toneladas en 2018, es decir, en cuatro años creció la producción 24.1% (SIACON, 2020).
De acuerdo con datos de dicho organismo en 2015, del total de la producción de jitomate orgánico, 1,530 toneladas se obtuvieron en invernaderos, una proporción de 4.2%; para 2018 ésta se elevó al 17.4%.
Los investigadores del INIFAP comentan que al principio, el destino de la producción de jitomate orgánico era el mercado nacional, pero en 2018 ya se habían exportado mil 490 toneladas de esta hortaliza y la tendencia es creciente.
Ramírez Rojas considera que no obstante que los productores morelenses tienen cerca los centros de consumo para la producción orgánica de jitomate, “su cultivo aún es incipiente por la falta de organización de los productores para la producción y comercialización; así como la escasa conciencia ecológica; nula promoción de mercados locales; falta de estímulos gubernamentales y escasa oferta tecnológica”.
Más rentable que los Cetes
En 2019, Ramírez Rojas y Vázquez Alvarado establecieron un experimentos en un invernadero de 500 m2 dentro del Campo Experimental Zacatepec donde evaluaron tres tratamientos orgánicos prometedores: el primero con citoquinina (un inductor de la producción); el segundo con biofertilizantes (hongos y bacterias que aumentan la absorción de nutriente y fijan nitrógeno); y el tercero un producto llamado comercialmente turbo–reactor (que contribuye al desarrollo radicular, da tolerancia al ataque de nemátodos y hongos y mejora rendimiento y calidad del fruto). Como testigo se estableció un tratamiento que no tenía insumos orgánicos.
Los rendimientos que se lograron con tratamientos de citoquinina, biofertilizante y turbo–reactor fueron de 6,690, 6,957 y 6,810 kilos, respectivamente; contra 5,888 del testigo. En el mismo orden, los ingresos fueron de 80,268, 83,484 y 81,720 pesos; arriba de los 70,655 pesos del testigo.
En síntesis, enfatizan los investigadores, la tasa de rentabilidad en citoquinina, biofertilizante y turbo–reactor fue de 46.4%, 54.1% y 50.1% contra 26.8% en el sistema convencional.
“La tasa de rentabilidad anual fue superior a 40% en las tres formas de producción estudiadas, la cual es muy buena comparada con otras opciones de inversión. Por ejemplo, si en lugar de producir jitomate el dinero se hubiera invertido en Cetes Directo, que a mediados de 2019 era la opción de inversión más rentable, apenas hubiera ganado 3.06% netos”, expresan los especialistas.
En 2018, precisan, en Morelos se sembraron 406.3 hectáreas de jitomate en invernadero, con un rendimiento de 227 t/ha, pero de dicha superficie sólo 3.17 hectáreas fueron de jitomate orgánico, por lo que el área de oportunidad es significativa.
Para no sembrar grandes expectativas entre los productores, los investigadores advierten: “el productor no venderá de inmediato a precio alto, pero a mediano plazo bajarán sus costos de producción lo que se reflejará en que el cultivo sea rentable, y tendrá la satisfacción de no haber dañado su entorno”.
En México, recalcan, la pobre oferta tecnológica se debe a la falta de financiamiento para la investigación en este tema; aun así, los investigadores bajo su cuenta y riesgo, desde hace varios años han estado generando procesos y productos propios.
Los investigadores concluyen que la agricultura orgánica seguirá aumentando porque es una opción productiva, rentable y amigable con el ambiente.