Tras revolucionar el básquetbol profesional y devolverle la alegría a este deporte, Kobe Bryant será inmortalizado en Naismith, de manera póstuma, en una ceremonia que tuvo que esperar un año debido al COVID-19.
El Mamba Mentality cambió estilos de vida, modificó la manera de ver al deporte ráfaga y más importante aún, motivó a las nuevas generaciones de atletas no solo enfocados a “la naranja” sino al deporte estadounidense en general. Sus victorias y condecoraciones se cuentan por montones, sus cinco campeonatos de la NBA lo consagran más allá de una simple estrella generacional sino que lo mete en la conversación para ser considerado el basquetbolista más grande de todos los tiempos.
Kobe no era solo su forma de pensar o su enorme popularidad, el estandarte de los Lakers era un hombre sumamente peligroso sobre la duela con la nula idea de dar un balón o un juego por perdido. Desde su llegaba al baloncesto profesional en 1996, el oriundo de Filadelfia Pennsylvania le restregó en la cara a los Charlotte Hornets el grave error que había sido enviarlo a Los Angeles. Su espectacularidad llamó la atención de millones de fanáticos que buscaban un nuevo ídolo tras el retiro de Michael Jordan.
Bryant tomó la batuta, se fajó como el nuevo representante de la Liga a nivel mundial y su impacto fue tras trascendental que hoy será Jordan quien lo va a inmortalizar, hecho tan atípico como relevante para la historia de estas dos leyendas. La comparativa entre ambos nunca faltó, pero fue Jan Volk quien anticipó el éxito de Black Mamba antes de que siquiera fuera seleccionado en el draft.
“Si cierras tus ojos y lo piensas un poco, parece que estás viendo a Michael Jordan. Él (Kobe) hace todo bien, mejor que bien. Es excepcional en todo lo que hace”, dijo Volk previo a la llegada de Black Mamba a la NBA. Hoy, aquella vara alta que se le puso será la misma que lo inmortalice en un círculo de vida que curiosamente han llegado a su fin.