Por Pascacio Taboada Cortina y Jorge Martínez Cedillo
A simple vista, el Plan del Gobierno para contener la inflación en México, parece muy positivo, si no fuera por la condición de que “no están todos los que son, ni son todos los que están”. La intención de ayudar a la precaria economía de la población de ingresos medios y bajos, siempre será bienvenida, pero hace falta consolidar compromisos de los sectores que participan. En pocas palabras: si a este plan no se le inyectan compromisos económicos, podría ser “letra muerta”.
El pacto del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, bajo la coordinación del secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O, con empresarios, procesadores y distribuidores de alimentos, tiene el propósito de “estabilizar el proceso inflacionario”; no se trata de “control de precios”.
El establecimiento de un “pacto” de este tipo, nos recordó tiempos de Miguel de la Madrid y de Carlos Salinas de Gortari, con la diferencia de que no fueron invitados los obreros y mucho menos los campesinos.
Para empezar, hay que observar el entorno: muchos empresarios, de manera reiterada, han sido calificados como “conservadores”, “neo-liberales”, “de derecha” y “fifís”. ¿Con qué cara se les pide ahora que colaboren a la causa? ¿Quiere decir que todo lo dicho y hecho “no tiene la menor importancia”? (Vaya una disculpa a Don Arturo de Córdoba, el gran actor que acostumbraba mencionar esa frase).
La inversión de capital de trabajo, uno de los elementos fundamentales para cualquier reactivación económica, es lo que hace mucha falta frente a una pandemia que aún guarda resabios; provocó la caída de 8.5 por ciento del Producto Interno Bruto en el 2020 y el país carece de fuentes de empleo, y más de 4 millones de mexicanos fueron orillados a la pobreza y el desempleo.
Para el secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O, es la primera ocasión que encabeza un compromiso con organizaciones del sector privado, así como con empresarios del sector comercial del país. Se nota que el ramo de los alimentos no es su fuerte; sin embargo, siguió los dictados de su jefe, el presidente de la República. Coincidieron en puntualizar que el plan no significa “control de precios”, sino “estabilidad de precios”.
“Los acuerdos con los grandes productores de alimentos y con distribuidores, así como con las tiendas departamentales, consisten en la cooperación para poner en práctica una propuesta del gobierno, mediante la garantía de un precio básico parejo de una canasta básica de 24 productos, donde se pueda comprar al mismo precio en la ciudad de México, en Tijuana, en Valladolid y Tapachula”. Así lo sentenció el presidente López Obrador.
El titular de Hacienda señaló que habrá incentivos para incrementar la producción de alimentos y, así, estabilizar los precios. En este punto, es necesario que el funcionario sepa que producir los alimentos con los cuales se propone atacar la inflación, se lleva tiempo. Primero, se requiere que llueva y haya humedad en las zonas de temporal, y que sean suficientes los escurrimientos para que haya disponibilidad de agua en las presas, las cuales en estos meses están en niveles muy bajos, y el tiempo apremia, en el entendido de que el plan señalado, sólo durará seis meses.
México atraviesa por una baja notable de reservas alimentarias. En los últimos diez años no ha bajado de importar el 40 por ciento de maíz, trigo, frijol, arroz y soya; leche, carne de res y cerdo. La FAO recomienda que los países deficitarios mantengan importaciones anuales hasta por el 25 por ciento, lo cual no ha sido posible en nuestro país por varias razones.
Una de ellas, el inconsistente apoyo gubernamental. El presupuesto federal en los últimos tres años ha ido a la baja, mientras que los precios de garantía han sido estáticos. La empresa responsable de la comercialización de granos, Segalmex, enfrenta fuertes problemas por corrupción y desvío de recursos. El principal responsable de esta irregularidad, fue exonerado y “castigado” con otro puesto en Gobernación.
De igual manera, hay que señalar que los precios de los fertilizantes van en aumento y, por el conflicto Rusia-Ucrania, hay escasez en México y en otros países. Como es sabido, Rusia vende a México alrededor de un millón y medio de toneladas de fertilizantes nitrogenados anuales, lo cual ha quedado suspendido. No hay suficientes insumos y los que hay, están muy caros. Un bulto de 50 kilos de sulfato de amonio se cotiza en 1,500 pesos. ¿De dónde los sacará el campesino?
La inflación está alta. El actual presidente de México recibió al país cuando imperaba una inflación de entre 3 y 4 por ciento anual. Ahora se encuentra al 7.7 por ciento en sólo tres años y meses de ejercicio. No la ha podido contener el fenómeno económico ni el Banco de México que, según nos han señalado, una de sus funciones fundamentales, es controlar la inflación.
El señor Jonathan Heath, subgobernador del Banco de México, con un poco de pesimismo, afirmó a los medios –a través de un “Twitter—luego del anuncio oficial del Plan, que “controlar precios sólo funciona en el corto plazo”. Y sí, seguramente por eso se hizo énfasis en la presentación del plan, de que tendrá una duración estratégica, sólo por un periodo de seis meses.
La inflación se ha enseñoreado: el kilogramo de tortilla, se cotiza entre 20 y 24 pesos, según las diferentes zonas geográficas. Hace cinco meses estaba entre 10 y 12 pesos el kilo. El huevo, de pronto subió de 30 a 40 pesos/kilo al menudeo. El pollo aumentó hasta cien pesos/kilo, cuando hace tres meses estaba en 75 pesos.
En cuanto a hortalizas, si bien los precios son variables, llevan una tendencia hacia el alza permanente. El jitomate en mercados populares varía en promedios de 20 a 30 pesos/kilo. El limón no baja de 40 pesos y el aguacate de 60 y hasta 80 pesos el kilogramo. La cebolla anda entre 15 y 20 pesos el kilo.
La carne de res en carnicerías populares, se comercializa, según el tipo de cortes, hasta en 200 pesos el kilogramo. Por supuesto que no se trata de filete u otros cortes especiales, pero sí de carne para caldo con hueso, bistec, diezmillo. La chuleta de cerdo anda en 60-70 pesos el kilogramo.