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Muere Angela Lansbury a los 96 años

Unos días antes de cumplir 97 años, la actriz Angela Lansbury ha asistido a su propia muerte, que por suerte no es el resultado de ningún crimen. La intérprete londinense investigó durante 264 capítulos, entre 1984 y 1996, decenas de asesinatos, que casualmente se cometían siempre cerca de donde estaba su personaje, la escritora de novelas de misterio Jessica Fletcher.

Nacida en Londres el 16 de octubre de 1925, Angela Lansbury tuvo una carrera mucho más rica de lo que sugiere la mala memoria del público. Fue una estrella de los escenarios y del cine. Después de tres candidaturas fallidas al Oscar, en 2014 le dieron el premio honorífico. Sobre las tablas le fue aún mejor, ya que ganó cinco premios Tony, el último cuando tenía 82 años. Triunfó de joven, siguió haciéndolo en su madurez y no dejó de cosechar éxitos en la tercera y la cuarta edad. Por eso es tan injusto reducir su trayectoria a una ‘simple’ serie. Consiguió asimismo seis Globos de Oro, un Olivier y un Grammy. Solo se le escapó el Emmy, al que fue candidata nada menos que en 18 ocasiones.

La carrera de Angela Lansbury se extendió durante siete décadas y destacó tanto en géneros muy diversos. Como no era guapa, parecía condenada a papeles secundarios en un mundo tan injusto como el de Hollywood, pero su talento iba más allá de las apariencias. ‘Luz que agoniza’ (1944) supuso su deslumbrante estreno en el cine, al lado de Ingrid Bergman y como sirvienta del retorcido personaje de Charles Boyer. Dirigida por el gran George Cukor, fue candidata a la estatuilla dorada, que le arrebató Ethel Barrymore por ‘Un corazón en peligro’, pero se aseguró un contrato con la Metro que le dio estabilidad y la posibilidad de abandonar su trabajo como vendedora de cosméticos en unos grandes almacenes.

Su segunda película fue la estupenda ‘Fuego de juventud’, rodada ese mismo año, y al siguiente apareció en ‘El retrato de Dorian Grey’, su segundo intento para conseguir el Oscar. Pocos intérpretes han tenido una irrupción tan prometedora en el séptimo arte. El tercer asalto se produjo en otra película muy distinta y no menos magnífica, ‘El mensajero del miedo’ (1962), de John Frankenheimer.

Angela Lansbury había emigrado de Londres a Estados Unidos durante los bombardeos de Londres, en la Segunda Guerra Mundial, cuando solo tenía 14 años. Lo hizo acompañada por su madre, la actriz irlandesa Moyna MacGill. El oficio no era demasiado infrecuente en una familia de clase media alta en la que abundaban los artistas y los políticos.

En su filmografía también destacan películas como la infantil ‘La bruja novata’, una maravilla que mezclaba animación e imagen real, ‘El estado de la Unión’ (1944), de Frank Capra, ‘Muerte en el Nilo’, en la que trabajó con su antiguo cuñado Peter Ustinov, que había estado casado con su hermanastra, una de las mejores versiones de ‘Los tres mosqueteros’ (al lado de Gene Kelly y Lana Turner) y ‘El espejo roto’ (1980), película basada en un relato de Agatha Christie y perfecto anticipo de lo que le esperaba en ‘Se ha escrito un crimen’.

En esa década también rodó ‘En compañía de lobos’, de Neil Jordan, y empezó a aparecer cada vez en más series de televisión, como ‘La pequeña Gloria’, ‘Lazos secretos’ y ‘Magnum, P.I.’. Lo asombroso es que la inercia nunca le permitió parar y siguió acumulando papeles hasta 2018. En esos últimos años encadenó la miniserie ‘Mujercitas’ y las películas ‘El Grinch’, ‘El regreso de Mary Poppins’ y ‘Buttons’, otra película infantil en la que Robert Redford ponía voz al narrador. En total, participó en más de cien títulos.

En una de sus últimas entrevistas, cuando cumplió 95 años, se felicitó por haber tenido una vida «afortunada», en la que había tenido «el placer de vivir», haciendo lo que más disfrutaba: «actuar y entretener a grandes audiencias de todo el mundo». Seguía sin preocuparse por los años cumplidos, en plena pandemia: «Nunca he sido particularmente consciente de mi edad. Es como andar en bicicleta: simplemente pongo el pie en el suelo y sigo adelante. Nunca pienso en quedarme sin energía».

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