Tras resistir Ucrania esta madrugada la ofensiva del ejército ruso contra Kiev y otras ciudades, los combates continuaron este sábado con igual intensidad, pero con cada día que pasa, y hoy fue el tercero desde que comenzaron las hostilidades, se está complicando lo que parece ser el objetivo prioritario de tomar la capital ucrania para instalar un “gobierno” subordinado al Kremlin.
Escudándose en el propósito de detener el “genocidio” de la población de origen ruso del este del vecino país, Moscú lanzó un ataque masivo desde varias direcciones para intentar destruir la infraestructura militar ucrania y acorralar al presidente Volodymir Zelensky para forzarlo a exiliarse o, en caso de arrestarlo con vida como cabecilla de los “neonazis”, obligarlo a firmar la rendición de Ucrania.
Pero ni Zelensky ha huido –declinó la oferta de Gran Bretaña y de Estados Unidos de abandonar Ucrania con su familia–, ni los ucranios salieron a las calles de todas las ciudades atacadas con flores para recibir a sus “liberadores”, sino muchos se alistan en el ejército para defender su patria.
Ucrania quiere negociar un alto el fuego, como inicialmente propuso Zelensky, pero todo este sábado los voceros de unos y otros se echaron la culpa de no querer sentarse a negociar. El verdadero problema que aún no ha hecho posible ese encuentro en un país neutral es que Ucrania y Rusia parten de premisas antagónicas para empezar a hablar cara a cara.
Kiev concibe esa negociación para obtener “garantías vinculantes de seguridad” a cambio de declararse neutral y comprometerse a no solicitar nunca su ingreso a la OTAN, pero Moscú tendría que retirarse de todo su territorio –y para Rusia, Crimea es innegociable– y anular su reconocimiento de las regiones de Donietsk y Lugansk.
Moscú insiste en que lo único que hay que negociar es la capitulación incondicional de Ucrania y la formación de un “gobierno de unidad nacional”, cuyos miembros serían designados por el Kremlin.
Zelensky reveló que el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, y el mandatario de Azerbaiyán, Ilham Aliyev, se sumaron a los esfuerzos de establecer comunicación directa entre Ucrania y Rusia. Erdogan reiteró la oferta que hizo en Kiev, el 3 de febrero anterior, de que ucranios y rusos negocien en su país un alto el fuego.
Mientras Zelensky coordina personalmente la resistencia e informa a su población varias veces al día cómo evoluciona la situación, los soldados rusos, a pesar de tener una superioridad de varias veces en efectivos y armamento, encuentran una respuesta firme e inesperada de los ucranios.
El ministerio de Defensa ruso no proporciona información sobre sus bajas y está prohibido publicar en Rusia cuántos militares rusos han muerto. Ucrania –aunque en toda guerra es recomendable tomar con escepticismo cualquier información sobre los éxitos propios y las bajas del enemigo– afirma que la cifra de muertos ya se acerca a 3 mil soldados rusos y dice haber capturado a otros 300.
La dependencia castrense rusa no confirma ni desmiente esta información. Por otro lado, asegura que sus misiles de alta precisión “no causan daño a la población civil, sino sólo a la infraestructura militar de los nazis incrustados en el ejército ucranio” y, como también sucede en cualquier guerra, todo indica que por un error de cálculo uno de esos artefactos infalibles, que debía caer en un aeródromo de las afueras de Kiev, impactó esta madrugada en un edificio de viviendas.
Quedaron en ruinas los departamentos de muchas familias y no hubo muertes que lamentar en este caso –sí heridos alcanzados por los fragmentos desprendidos– sólo porque sus inquilinos, apenas escucharon la sirena de emergencia, pudieron correr hacia el refugio subterráneo más cercano. Dicho sea de paso, el Metro de Kiev dejó de ofrecer el servicio de transporte y está abierto las 24 horas como refugio.
Y como el ejército ruso no puede fallar, su vocero, Igor Konashenkov, acusó a los “drogadictos nazis” de Ucrania de lanzar el misil contra el edificio, que se supone pretendía interceptar uno de los misiles de crucero disparados por Rusia desde buques de guerra en el mar Negro.
Por cierto, los medios de comunicación rusos tienen prohibido usar la palabra “guerra” en su cobertura de lo que pasa en Ucrania, que el Kremlin dice que es sólo una “operación militar especial” para “establecer la paz”.
Diez medios de comunicación –varios periódicos, una emisora, un canal de televisión y portales de Internet– recibieron este sábado una severa advertencia de la dependencia que regula el funcionamiento de los medios por escribir o pronunciar la palabra “guerra”. Esta vez tendrán que pagar una multa y, si insisten en citar lo que oficialmente no existe, corren el riesgo de ser clausurados.