Por Pascacio Taboada Cortina y Jorge Martínez Cedillo
Mientras el presidente Andrés Manuel López Obrador anda “pidiendo perdón” a grupos sociales mexicanos (Mayas y Yaquis) y extranjeros (caso de un grupo de chinos fusilados en Torreón, en 1911 –cuyo país nunca lo solicitó formalmente—debido a diversos y agravantes perdidos en el tiempo) los aumentos desproporcionados de precios de alimentos básicos han cundido en el país. Ya que en esas anda, debería exigirle a los estounidenses el 50 por ciento del territorio que nos arrebataron en el año de 1846, pero no, a los gringos no los toca ni con el pétalo de una rosa.
El comercio organizado con la anuencia del gobierno, “hace de las suyas” aprovechando la confusión de las próximas elecciones y la revoltura de temas que salen en cada “conferencia mañanera” y que solo sirven para seguir engañando al “pueblo sabio”, junto con la diversidad de información relacionada con “la llegada a México de nuevos cargamentos de vacunas”; “avance de 12 millones de adultos mayores inoculados”; “que pronto se abrirán las puertas de las escuelas para clases presenciales”, etc., los precios de los alimentos aumentan de manera inexorable. La Secretaría de Economía y la Profeco, impasibles, se hacen de la vista gorda.
La inflación empobrece cada vez más a los pobres. Alimentos básicos para la clase popular, como las tortillas, frijol, hortalizas, huevo, pollo y leche, en los últimos tres meses han aumentado en forma criminal sus precios. En su ingesta alimentaria, los mexicanos con menores ingresos han bajado a límites de hambre, sin que las dependencias gubernamentales “muevan un dedo”. Los elevados precios del mercado, son inaccesibles para los de menores ingresos.
En el tema de la salud, la pandemia del SARS-CoV-2 se convirtió en el argumento favorito del gobierno para desatender las demás enfermedades endémicas de la población mexicana de bajos recursos, como cáncer en infantes y adultos, males relacionados con el corazón, hígado, páncreas o riñones. Todo ello, sin la posibilidad de conseguir medicamentos y sin que las instituciones como son el IMSS y el ISSSTE asuman la responsabilidad de atender a la gente pobre.