DE NORTE A SUR
Abigail Angélica Correa Cisneros
El encuentro entre los candidatos a la presidencia de Estados Unidos para los siguientes cuatro años fue un acto inútil donde ambos contendientes se señalaron por la mala política, desde el punto de vista de cada uno, que han desempeñado a lo largo de sus carreras.
Y es un decir, porque en lo que respecta al presidente Donald Trump, su trayectoria política no se compara con la de Joe Biden, quien lo supera con más de 40 años de experiencia. Sin embargo, el enfrentamiento de anoche dejó ver que el futuro de aquella nación es cada vez más oscuro porque ni uno ni otro lograron asentar un punto positivo sobre cómo enfrentar la caída de la economía después de la pandemia de covid-19, ni de qué manera disminuir la violencia o tratar el racismo que impera en varias ciudades estadunidenses.
Mucho menos atinaron en responder sobre la política de salud. Donald Trump señaló varias veces que los planes de Joe Biden rayan en lo socialista. Se refirió al Obamacare como un fracaso. Pero el candidato demócrata atajó diciendo que el primer mandatario carece de un plan en salud. Entonces abordaron el tema de la pandemia que en aquel país ya cobró la vida de más de 200 mil personas.
Las mentiras de Donald Trump fueron aprovechadas por Biden, quien no dudó en responsabilizarlo del masivo contagio debido a la mala respuesta, de hecho, a la nula, porque desde que llegó la covid-19 a Estados Unidos, el presidente dijo que era una simple gripe que desaparecería con los días. Su contrincante aprovechó para recordar a los espectadores que las acciones del primer mandatario fueron ocultar información de vida o muerte, respecto a la epidemia.
Durante la hora y media que duró el intercambio de acusaciones, el moderador, Chris Wallace, tuvo que intervenir para hacer avanzar el debate durante varios momentos en que se perdió el orden y los candidatos se arrebataban la palabra. Si así van a ser los siguientes dos encuentros se estaría desaprovechando recursos que bien podrían destinarse a otras cosas.
El papel protagónico del voto por correo debido a la pandemia es criticado por el presidente Trump, asegura que será un fraude. Por el contrario, el candidato demócrata llamó al electorado a salir y votar de manera masiva. “Él está tratando de asustarlos. Vayan a votar. Ustedes determinarán el resultado de las elecciones. Voten de la manera en que les sea más fácil. Él no puede evitar que lo hagan. Ustedes tienen el control y pueden decidir si quieren un cambio o cuatro años más de estas mentiras”.
Ante esto, Trump aseguró, cada vez que tuvo oportunidad, que “nadie ha hecho más” que él. Quizá no se ha escuchado de robos en su administración como es cotidiano en México. Lo que sí destacó fueron los impuestos del presidente por 750 dólares cada año a las ganancias federales de 2016 y 2017. En cambio, el exvicepresidente Joe Biden publicó horas antes su última declaración de la renta antes de arribar al debate.
Vale la pena mencionar la publicación del diario The New York Times donde descubren un imperio del magnate que parece no existir, muchos conflictos de intereses al utilizar la plataforma de la Casa Blanca para obtener ingresos en sus ruinosos hoteles y campos de golf y un presidente que se ha beneficiado impositivamente de sus bancarrotas y que debe más de 400 millones de dólares en préstamos que vencerán en los próximos años.
Es ridícula cada declaración de Trump pavoneándose de sus supuestos logros, como que “la mayoría de los gobernadores ha reconocido que hice un trabajo fenomenal”, al hablar de la pandemia.
Estados Unidos es el país más afectado por la covid-19. México también se coló dentro de los 10 más golpeados, pero la cantidad de contagios y muertes que nos diferencia es enorme. Donald Trump siguió responsabilizando a China por la gravedad del asunto como un gesto de lavarse las manos ante miles de muertes en su país debido al virus.
Otro punto álgido fue el tema del racismo en Estados Unidos. Biden aprovechó los asesinatos de afroamericanos -George Floyd y Breonna Taylor, entre otros- a manos de las fuerzas de seguridad. “Cuando mataron a Floyd, hubo una protesta pacífica fuera de la Casa Blanca. ¿Y qué hizo él? salió de su bunker, hizo que el ejército tire gas lacrimógeno para sostener una biblia. El mismo obispo de la iglesia dijo que era una desgracia. Todo lo que hace genera divisiones. No intenta conversar y calmar los conflictos sociales, echa gasolina en todos los conflictos”, dijo.
El presidente se empeña en que es simpático para todo el mundo, dijo que tiene más apoyo entre los afroamericanos que cualquier otro candidato republicano antes que él.
Pese a que este país tuvo un presidente de raza negra, las diferencias en la calidad de vida siguen siendo enormes. La gente de piel blanca gana más dinero, gozan de mejor salud, y las probabilidades de ser abatidos por la policía sin razón alguna es poca. Al contrario, la población de raza negra tiene muchas más probabilidades de acabar con una rodilla sobre el cuello, sometidos por cuatro policías, como le pasó a George Floyd.
Según la Oficina Estadística del Censo de EE. UU. la media de ingresos de una familia negra se situaba en 2018 en los 41.361 dólares y había crecido un 3.4 por ciento respecto a la década anterior. Para los blancos no hispanos, los ingresos medios alcanzaban los 70.642 dólares, con un aumento del 8.8 por ciento en el mismo periodo, es decir, respecto a los niveles previos a la Gran Recesión.
En lo que respecta a la salud, las estadísticas del Centro de Control y Prevención de Enfermedades de la Administración (CDC, por sus siglas en inglés) muestran que los negros de entre 18 y 49 años tienen dos veces más probabilidades de morir de una enfermedad cardíaca que los blancos, y los de entre 35 y 64 tienen un 50 por ciento más de posibilidades de sufrir hipertensión. Lo mismo ocurre con la diabetes y otras condiciones preexistentes, lo que es fatal en medio de la pandemia que ha afectado más a este grupo de la población estadounidense.
Desde la percepción de millones, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se negó anoche a condenar los actos de la Supremacía Blanca frente a miles de espectadores.