El cambio en la dinámica alimenticia que prioriza a los productos empaquetados “listos para comer”, “calentar y servir”, por encima de los frescos como son frutas, verduras, cereales y carnes, está vinculado al sobrepeso y a la obesidad. (1)
Un estudio consultado por el Laboratorio de Datos contra la Obesidad (LabDO) en el que se alimentó a un grupo de adultos con peso normal con dos dietas diferentes: una con alimentos reales y otra con productos ultraprocesados, demostró que los primeros comenzaron a perder peso y ser más saludables, mientras que los segundos, además de incrementar su peso padecieron una baja en los nutrientes necesarios. (2)
La explicación, sugiere la investigación, radica en que los productos ultraprocesados inhiben la saciedad, por lo que las personas terminan ingiriendo más gramos de los que usualmente consumen, al tiempo que es posible encontrar una mayor concentración de nutrientes críticos en porciones más pequeñas. Por ejemplo, el contenido de azúcares agregados en los ultraprocesados fue ocho veces mayor que en los alimentos procesados y estos a su vez, cinco veces mayor que en los mínimamente procesados.
De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, FAO, por sus siglas en inglés, existen ciertos productos que por el grado de procesamiento industrial su fuente vegetal o animal original es irreconocible. Esta tendencia en la dieta de las personas ha sido particularmente acelerada en América Latina y el Caribe (ALC), sin embargo, el fenómeno es, hoy en día, una problemática mundial. (1)
Particularmente en México, los principales productos ultraprocesados que contribuyen a la mayoría de la energía alimentaria son las galletas; panes pasteles y postres industriales; snacks dulces y salados; jugos, bebidas endulzadas y gaseosas; salsas y aderezos; caramelos, así como cereales endulzados para el desayuno y el yogur endulzado con aromatizantes, según la Organización Panamericana de la Salud. (3)
Por su parte, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que la ingesta de calorías debe estar en equilibrio con el gasto energético. Para evitar un aumento de peso no saludable, la grasa total no debe exceder el 30% de la ingesta energética total, mientras que la ingesta de grasas saturadas debe ser inferior al 10% de la ingesta total de energía y la ingesta de grasas trans menos del 1% de la ingesta total de energía. (4)
A nivel global, los expertos han discutido sobre las diferentes acciones que se pueden asumir para mejorar la salud de los individuos. De inicio, el consenso está en la necesidad de un abordaje de la problemática desde enfoques diversos, toda vez que los padecimientos de la obesidad y el sobrepeso son multifactoriales.
Las propuestas van desde el fortalecimiento de los esquemas educativos que permitan a las personas tomar mejores decisiones, hasta los controles en la publicidad, la implementación de políticas fiscales sobre todo el universo y categorías de productos, así como la reducción de la brecha de desigualdad que implica la mejora del ingreso familiar y en el acceso a alimentos frescos, un etiquetado adecuado y el fomento de las actividades físicas en todas los grupos poblacionales. (1)