Por Pedro García
Ah, cómo hay gente chocante…
Es el caso de algunos que pasan por intelectuales, personas a las que se les rinde pleitesía según porque son mentes brillantes, y otros, políticos fallidos, que piden a López Obrador que realice un gobierno para satisfacción de ellos, como si el ahora virtual Presidente electo estuviese obligado a ello.
Enrique Krauze se rasga las vestiduras porque el pueblo votó en serie por las fórmulas de Morena en la coalición Juntos Haremos Historia que le dieron mayoría absoluta en el Congreso de la Unión.
Krauze casi chilla porque predicó en su propio desierto o en su burbuja de intelectual desde lo cual propagó un vídeo convocando a los electores a no “votar parejo” por Morena como lo sugirió AMLO.
Fox, el político fallido, apenas conoció el resultado electoral se sintió con autoridad moral para solicitarle a López Obrador que haga un gobierno suficiente para que le calle la boca, actitud también de chiflado, de alguien que se cree un privilegiado ante el próximo Presidente.
Fox pide y exige que AMLO haga lo que él no hizo, postura de lo más cómoda del ex presidente que engañó a los mexicanos a los que prometió que iba a efectuar un cambio profundo en el sistema político mexicano lo cual no hizo, al contrario, permitió su sobrevivencia como el entramado de la corrupción y la impunidad políticas que el pueblo acaba de repudiar con abundantes votos para López Obrador quien ahora asume el compromiso de desterrar las prácticas, el uso patrimonialista del poder.
Otros que andan con la cola entre las patas son los empresarios multimillonarios incrustados en distintas regiones del país que propagaron mensajes para que sus (¿) trabajadores no votaran por AMLO.
Dichos patrones quedaron en ridículo pues sus obreros y empleados (aún los de confianza) los tiraron a león y pusieron oídos sordos a voces necias, al sufragar en masa por López Obrador.
Fue vergonzante la actitud de los millonetas al pretenderse “señores feudales” al estilo del Medievo con derecho de pernada (y para ordenar cómo votar) o como caciques del siglo XIX dueños de “vidas y haciendas”, capaces de imponerse sobre la voluntad y la libertad de decisión de sus asalariados que, optaron por “cepillarlos” en sus intenciones.
Ahora, a regañadientes y mediante sonrisas y abrazos hipócritas, conceden audiencias al casi Presidente electo, aunque en su fuero interno han de rumiar sus fracasados propósitos.
Son los mismos que en el salinato y a lo largo de la dictadura perfecta, toleraron todo porque se beneficiaron de lo mismo.