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Con el desafío de seducir mercados sin chocar con la visión más estatista de la vicepresidenta y ex mandataria de centro-izquierda Cristina Fernández de Kirchner (2007-2015), Sergio Massa asumió el miércoles como nuevo ministro de Economía en un país jaqueado por la falta de dólares y una inflación descontrolada.
El presidente Alberto Fernández le tomó juramento al nuevo funcionario en la Casa Rosada, en un acto que contó con la presencia de referentes de todas las corrientes que integran el gobernante Frente de Todos, además de empresarios, dirigentes sindicales y diplomáticos, un respaldo que de antemano ubica a Massa en una posición más favorable que sus dos antecesores en el cargo.
“Es un tiempo para que todos con mucha esperanza unamos esfuerzos para salir adelante. Cuando hablo de todos no me refiero sólo a mis compañeros del Frente de Todos, cuya unidad para mí es primordial. Sino a todos los argentinos y argentinas. Veo a muchos empresarios, a muchos compañeros del sindicalismo, veo a mucha gente de la política. A todos les pido que tenemos una gran oportunidad como país, no la dejemos pasar por alto”, dijo el mandatario.
Los analistas coinciden que el gran desafío de Massa será gestionar con medidas seductoras para los mercados sin chocar con la visión más estatista de la vicepresidenta Fernández de Kirchner, cuyo peso político dentro del oficialismo es decisivo. Las críticas de la dirigente forzaron la salida del primer ministro de Economía que tuvo el gobierno, Martín Guzmán, a principios de julio.
La vicepresidenta nunca apoyó públicamente a la sucesora de Guzmán, Silvina Batakis, a pesar de sus coincidencias ideológicas. La incertidumbre en torno a si la ministra tenía la autoridad necesaria para tomar medidas desencadenó una fuerte depreciación del peso y forzó al presidente a un nuevo cambio de la conducción de la economía en un mes.
De perfil moderado, buenas relaciones con la élite empresarial del país y aceitados contactos con Estados Unidos, Massa es visto como la última esperanza del gobierno peronista para levantar una economía que sufre una de las mayores tasas inflacionarias del mundo: más del 60 por ciento anual. A ello se suma la escasez de dólares por la desconfianza de los argentinos en su propia moneda.
“No soy mago ni salvador, vengo a trabajar de una manera comprometida para que a la Argentina le vaya bien”, dijo Massa en una posterior rueda de prensa, en la que adelantó que su gestión tendrá como ejes el orden fiscal, sostener superávit comercial, fortalecimiento de reservas y desarrollo con inclusión social.
El nuevo ministro anunció que en lo inmediato engrosará las reservas del Banco Central con cinco mil millones de dólares de adelanto por exportaciones gracias a un acuerdo con “cadenas de valor de la pesca, del agro, de la minería y otros”, que no identificó.
También mencionó un desembolso de unos mil 200 millones de dólares de parte de organismos internacionales por programas vigentes, a los que se sumarán otros 750 millones de dólares adicionales del CAF-Banco de desarrollo de América Latina.
Respecto a la inflación, el flamante funcionario dio pocos detalles. Adelantó que julio y agosto “van a ser los dos meses más dificultosos en materia inflacionaria”, pero que “a partir de ahí vamos a trabajar en una curva con medidas que vamos a ir anunciado”.
Massa fue provisto de amplios poderes: los ministerios de Producción (industrias) y de Agricultura (relación con el campo, la principal fuente de divisas del país) fueron reducidas al rango de secretarías y quedaron bajo la órbita del ministerio de Economía.
Una de las principales interrogantes para Argentina involucra el futuro de su reciente acuerdo con el Fondo Monetario Internacional para reestructurar unos 44 mil millones de dólares de deuda externa. El país sudamericano se había comprometido en marzo a cumplir este año una serie de metas en torno al déficit fiscal, acumulación de reservas e inflación que han quedado desactualizadas.
Cristina Fernández y sus aliados izquierdistas en la coalición se han opuesto públicamente al acuerdo, alegando que exige un nivel de austeridad que afectará a los trabajadores y a los pobres, además de que obstaculizará el crecimiento.
Al respecto, Massa anunció que mantuvo una reunión “productiva” con representantes del organismo y que se cumplirá con la meta 2,5 por ciento de déficit primario establecida por el presupuesto nacional.
Otro punto neurálgico son los subsidios a las tarifas de servicios públicos. El gobierno está preso de un dilema: quitarlos redundará en un aumento desmedido en las tarifas eléctricas y de gas que inevitablemente se trasladará a los precios y recalentará la inflación. Por el otro, el país sudamericano necesita reducir los millones de dólares que destina para importar energía, cuyo valor se ha disparado en el mercado internacional a causa de la guerra en Ucrania.
Massa informó que en las próximas semanas avanzará en la segmentación de subsidios según el nivel de ingreso de los hogares. “El que más gasta no puede ser el más subsidiado”, advirtió.
Por otra parte, descartó una devaluación de la moneda pese a la presión cambiaria de las últimas semanas y continuará la intervención de Banco Central en el mercado de cambios para evitar que se amplíe la brecha entre la cotización del dólar oficial y el ilegal.
La vicepresidenta no estuvo presente en la asunción de Massa pero el lunes lo recibió en su despacho del Senado, que difundió una fotografía de ambos.
Antes de tomarle juramento al nuevo funcionario, el presidente Fernández dijo que “lo conozco a Sergio hace muchos años, vamos a transitar exitosamente esta etapa. Su capacidad y coraje me constan. Estoy seguro de que lo va a hacer muy bien. Desde ya gracias”.